Una y otra vez vuelvo a tener esperanza.
Y luego cada vez intento ahogarla, pero no lo consigo...
Entonces es triste darme de frente contra esa pared que separa mis sueños de la realidad.
Y me enojo, y quiero odiarle, reclamarle,
pero callo, me refugio en el silencio.
Él sonríe.
Yo miro a otro lado, buscando a quién sonríe
(porque siempre hay alguien, y no soy yo).
Un día, como cualquiera, viene sonriendo.
Yo le recibo, como siempre, sin más aspavientos,
e intento descubrir a quién intenta ocultar,
las penas que llevan a su mente muy lejos de mí,
intento ver, encontrarle, quisiera curarle...
Pero no puedo, no debo, porque luego me duele a mí.
Así que simplemente le devuelvo la sonrisa,
sentados frente a frente bebemos el café que no se enfría.
hablando de sin sentidos del día a día.
Todo está bien
(según él,
no sé yo).
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